12.1.07

Francolín, cotorro y coturno

La imprenta moderna usa la litografía offset. Con esta técnica de impresión, el diseñador puede diseñar digitalmente con toda libertad, usando dibujitos de colores, diagramaciones de fantasía y un sin fin de coquetos recursos. Pero hubo un tiempo en que el panorama no era tan flexible, generoso y fácil. La reproducción de libros por medio de tipos móviles fue usada con bastante frecuencia hasta hace muy poco.

Ahora la onda es ponerse nostálgico y fijarse en el exotismo del pasado. "Moda retro" le llaman. De dicha tendencia, lo más curioso parece radicar en aquel viejo dicho que reza "todo tiempo pasado fue mejor". Por alguna razón siempre la tecnología se ha satanizado, siendo culpable de convertir el oficio de unos pocos elegidos en dominio de las masas. Visiones más románticas afirman que la modernidad es sinónimo de impersonalidad y que es más placentera y cercana una carta a puño y letra que un correo electrónico, por ejemplo.

El caso es que si hay algo propio del pasado, es ese toque de rusticidad. Este sólo salta a la luz cuando se compara con su equivalente moderno, y simplemente no es ni mejor ni peor, es tan sólo una cualidad estética muy suya, para algunos, encantadora.

Ojeando el Diccionario de la lengua española, de la Editorial Científico Técnica de la Habana, edición 1985, es imposible ignorar las ilustraciones sencillas, monocromáticas, de líneas simples y el contraste con las de de diccionarios recientes, que básicamente usan fotografías.


"¡Amarrate esos coturnos, que te vas a caer!!!"

Si algún amigo se refiriera al perico de la casa, como "mi cotorro", es probable que me dé un poco de risa.









10.1.07

Fama, aunque sea sin fortuna

Es muy posible que quien les escribe, no sea precisamente la estrellita más brillante del firmamento, pero bien dicen que sabe más el diablo por viejo que por diablo. Es por esa razón que el reencuentro con las groserías gratuitas de un profesor y la preconcebida subordinación a sus observaciones, me hicieron sentir como trapo viejo. Sin embargo, como buen descubrimiento estilo libro de autoayuda, en cierta forma la mala experiencia ha traído algo positivo y ha despertado en mí la búsqueda de un giro, un nuevo horizonte.

Muchos afirman con humildad, que entre más estudian, más ignorantes se perciben. Por muchas razones la universidad es una ambiente importante que quizá nunca abandonaré, tal vez la principal, porque genera un contraste tajante con la vida laboral, que en mi caso, es bastante peculiar. No temo admitir que jamás he tomado en serio el estudiar grabado. Lo prueban los más de diez años que me tomó graduarme en esta especialidad. Grabado es un pretexto que me permite asirme al extraño mundo paralelo que constituye la facultad de Artes Plásticas, pero esa es otra historia que algún día describiré con detalle.

Siempre he tenido claro que dedicarse al grabado no es precisamente la puerta más efectiva para convertirse en millonario. Tiene más posibilidades de redituar su esfuerzo, algún enérgico asistente a cursos de madera country o el experto en armar muñecos de foam. Es en esos momentos de relativa lucidez, donde me visualizo cual señora bien pintando y dibujando por puro pasatiempo, por gozar de algún ingreso decente y un poco de flexibilidad de horario.

El azar y la buena suerte, me mantienen colgando aquí y allá un cuadrillo en alguna exposición, pero es quizá mi bajo perfil el que, según se me lanzó a la cara en la desagradable evaluación de los quintos años, lo que nunca me ha permitido el sacudirme la etiqueta de estudiante y la incomodidad de ser encasillada por default, en la sección de quienes adolecen de credibilidad. Los "pollos" que llaman.

Así el propósito académico 2007 se centra en buscarle hogar al combo de camisetas pro religión pop de reciente elaboración y participar bombetudamente en cuanta convocatoria salga por ahí. Este año, empieza la búsqueda del muy relativo reconocimiento. A ver cómo me va.