30.6.07

Chino cochino

Por muchos años vi a mi papá ser el centro de atención para mucha gente. Todos querían hablar con él y oir aquellos comentarios comunes y corrientes que en su boca sonaban maravillosos. Un día hasta noté que una señora incapaz de contener su impulso, le tocó el hombro con la emoción de quien toca alguna estatua milagrosa.

Mi papá no hacía nada especial para mantener esa considerable cantidad de seguidores, como tampoco se esforzó por ganarse las no pocas muestras de desprecio o las miles de veces que hombres y mujeres le gritaron despectivamente y como si fuera un insulto: ¡chino!!

Su fenotipo era suficiente para desencadenar las más absurdas especulaciones. La de una sabiduría milenaria, por ejemplo. Bueno, mi papá era un hombre visionario e inteligente, trabajador y responsable. Claro está que eso no excluía que tuviera escondidas por ahí unas cuantas revistas porno y se relamiera viendo las películas terror más malas que allá en los años ochentas pasaban por canal 6. Otros, inexplicablemente pensaban que tenía un botín escondido debajo del colchón o en un hueco en el piso. Así, algunos (sobre todo inspectores de tributación, salud y aduanas), se sentían con el derecho de reclamar su parte del hipotético tesoro exigiendo “ayuditas” o “algo para tomar café”. Su última faceta fue la más curiosa. En algún momento se convirtió en una especie de gurú capaz de responder preguntas tipo doctor corazón. “¿Qué hago para ganar dinero?”, necesito un novio de plata”. Esas frases eran tan frecuentes como las veces que alguien de paso le gritaba sin mirarlo “¡chino cochino!”, con el odio más extraño y gratuito imaginable.

Chino cochino, versus chino platudo, versus chino milagroso. Todas menos chino persona.

Pensando en esto escribí este extracto del ensayo sobre Vislumbres de la India de Octavio Paz.

China, Japón, Angola, India, usted póngale nombre.

"La India como ilusión. Parece ser que la India ha encandilado desde siempre a sus visitantes con una apariencia extravagante. La exhuberancia que hoy día atrae millones de turistas a sus tierras, no dista de los invasores que en el pasado fueron seducidos por su riqueza natural y extensos territorios. Sin embargo, no hay que dejarse llevar por lo que en principio, pareciera ser una ventaja. El espejismo que identifica a la India como especie de paraíso, también ha intensificado el deseo de apropiación de todos sus antiguos invasores y ha detonado las más increíbles tergiversaciones. La india es víctima de ese peligroso exotismo, que un día es blanco de elogios y al otro motivo de censura.

Para nosotros, un conocimiento de tipo “ligero” acerca de la India y otros países geográficamente alejados, viene de algunos medios de comunicación masiva y del boca a boca entre personas. Gran parte de ellos, encierran inconscientemente visiones esteriotipadas y etnocéntricas. Ahí se relaciona este país con relativos atributos y prejuicios. De un lado, belleza ligada a la abundancia de color y magnificencia arquitectónica, del otro, el caos de lo pobre e insalubre. Cada uno de estos dos elementos, será exaltado o relegado según convenga. En Internet abundan las guías de cómo “sobrevivir” un viaje a la confusa y desordenada India, a su lado, majestuosas fotos retocadas digitalmente con un paisaje de ensueño invitan al viajero a comprar un tiquete de avión.

Sea cual sea la faceta que se nos venda, es necesario entender que muchas de estas ideas, tanto las más maravillosas como las menos deseables, en su mayoría provienen de la ignorancia y la incomprensión. La utilización de parámetros ajenos nacidos en contextos diferentes, tiene como consecuencia el posicionamiento de una imagen distorsionada. Así, para el mundo occidental contemporáneo, el estereotipo se decanta por interpretaciones de tipo sensacionalista. Allí pululan desde creencias espirituales y modas de nueva era, hasta el secreto de la eterna juventud. En otros casos, se racionalizan las diferencias identificando al otro en una condición de inferioridad. En esta patética visión de la India, parece ser más fácil relacionarla con maravillosas sanaciones milagrosas que con su poderosa economía o la pujante industria informática que actualmente desarrolla".

4.6.07

Trasnoches sin clímax

De cómo perder a su mejor amigo.

¿Bonita oficina, verdad? No se engañe, porque puede ser el ¡¡mismísimo infierno!!!!!!!

El diseño gráfico deberá ser denunciado ante la Corte de las Ilusiones Laborales, como el caso de publicidad engañosa más extremo que se haya podido documentar.

Trabajar es feo, hay quienes afirman, que hasta ajeno a la naturaleza humana. Por esa razón, los niñitos de clase media (porque lo pobres ni pueden cuestionárselo y los millonarios nacen con el oficio del papá), nos preguntamos cuál puede ser la ocupación menos horrible y mejor pagada. Claro está que como el resto de jóvenes idealistas, convencidos de cambiar el mundo y con menosprecio hacia quienes ya son presa de la monotonía de una profesión, creemos que somos inmunes a remadrear la hora de levantarse para ir al brete.

Ahí es donde se cruza en el camino de los ingenuos ojos, el anuncio de cigarrillos Free, con una chica de aires hippies (pero de plata), revelando fotos y enseñándoselas a su novio modelo de Calvin Klein. Tom Cruise y Leo Di Caprio, se ligan güilas haciéndoles retratos en cuestión de minutos. En Noches de Climax, un exitoso diseñador toma como exótico escenario para su encuentro sexual, su maravilloso estudio salido de revista El Mueble. Este último ejemplo, según indica una encuesta publicada en el 2004 por la Revista Newsweek, sigue siendo la fantasía que mayormente ocupa a los futuros artistas.

Entonces todos los sueños se vierten en un solo objetivo. Un par de años más tarde, la sabrosa pisonga en la elegante oficina, está sólo a unos cuantos macarrones pegados con scotch y una redacción sin sentido en alguna escuela bohemia. Mientras dura su preparación, la verdad no se pasa tan mal. Se puede tomar guaro en el techo y la mitad de las clases hasta tienen acompañamiento musical en vivo

Cinco años después, todo parece fácil. Sale por la puerta de algún auditorio, título en mano y procede a cruzar la calle. Ahí el ascensor lleva al recién graduado a la ansiada, sí señoras y señores, la más añorada por todos, oficina de creativos y diseño. No es tan privada como la de Noches de Clímax, pero la verdad se ve muy glamorosa. Todos visten bonito y es innegable la originalidad de los dibujos y mensajes de sus camisetas. Además, a la hora del almuerzo, hasta existe el chance de aumentar el apetito con un puro de mota como aperitivo. También hay opción de fumárselo a la salida, pero es que la hora de terminar a veces parece no llegar. Montañas de tareas se amontonan junto a la computadora y los tres logotipos, que según parece son de irrefutable calidad, se desechan cuando una viejita coordinadora del Centro para la Promoción de Técnicas Avanzadas en Tejido Artesanal, dice que tiene más color y belleza un muerto. Luego, no falta que el jefe, aunque también use camiseta cool y hasta le haga a la mecha, termine siendo una rata apestosa.

La mujer atractiva que se quería coger encima del teclado o la mesa de luz, tendrá que esperar al ascenso que permita acceder a una oficina y no un cubículo (el cubículo es de Bo Concept, eso sí). Poco a poco, las ganas de cambiar el mundo van mutando en ganas de matar a alguien. Siguiendo la irremediable sucesión de negación, odio y resignación, pensar que al menos al frente hay un bar que cierra a las 3 a.m. ya es un consuelo.

La presión es tanta que surge la imperante necesidad de migrar a otra agencia. Tal vez el cambio de viejecita chocha que rechaza logotipos proporcione algún respiro. Qué va. ¿Porqué en la propaganda de cigarrillos Free no advierten que diseñar involucra tener clientes? Mierda.

Entonces, ser peón o mesero, profesiones no tan cotizadas y jamás consideradas por los ¿guionistas? de Noches de Clímax, hasta parecen atractivas. El desalentado diseñador, prueba unos meses en tareas que no requieren más allá del impulso mecánico, pero aunque por algún tiempo parece hasta exótico, sabe que tampoco es un escape permanente.

La siguiente opción, luego de haber peregrinado por todos los estudios de diseño posibles y el haberse entregado a la vida ermitaña, es irse a otro país. No en vano un montón de gente arriesga el pellejo para irse a Estados Unidos. Tal vez a varias horas en avión la ya no tan llamativa ocupación que escogió, tenga alicientes extras que disimulen la explotación y el tedio de rozarse con gente tan bien vestida y peinada. Allá en Europa, tal vez el concepto de convivencia creativa, considere la asignación de oficinas individualizadas. Quizás ahí se rompa el nefasto ciclo de aburrimiento y decepción. Quien quita y cambiando de escenario y elenco, al fin se materialice su único y verdadero sueño: fornicar sabroso como en Noches de Clímax.

Orange, me vas a hacer falta.