9.11.06

¡Qué´s la vara con los Mejitos!



Hace unos días llegaron los textos que acompañarán al catálogo de quintos años para la próxima exposición. No estaban del todo mal, pero sí un poco crudos, carentes de unidad de estilo, en fin, piden a gritos un filólogo.

Luego de recibir un correo electrónico relativo a la inauguración y a las bebidas y bocadillos que se va a ofrecer ese día, se me ocurre ingenuamente pensar que a alguien más en esa escuela tan libre, creativa y espontánea le va a importar que el catálogo tenga defectos de contenido y forma. Así pues, Lachi en su respuesta a tal correo, comete el pecado de relegar a un segundo plano la organización, calidad y fineza de los alimentos que se van a hartar los mismos cuatro gatos que siempre van a las inauguraciones y propone optar por algo más modesto. Luego osa exhortar a sus colegas a revisar el documento que respalda la exposición, única prueba con algún tipo de permanencia e importancia a futuro.

No sé si es que a mí me falta roce social, que a pesar de haber ascendido unos tantos en la escala académica y laboral, mis raíces Sansebastieneñas y el haber ido recientemente a Ojo de Agua sin sentir remordimientos, se me salen a borbotones.

Sin embargo, pienso que las respuestas que recibí son totalmente desproporcionadas. Todas apuntaban a señalar que la revisión de los textos por parte de un filólogo era algo deseable pero imposible por lo apremiante del tiempo, opinión en la que concuerdo. Aún así, llamó mi atención el que esto fuera considerado como un problema menor sin mayor impacto o importancia. En contraste, el tema de la comida resultaba ser algo imposible de dejar al azar ya que peligrosamente comprometía nuestra imagen como profesionales. Alguien incluso comentó que "estamos en la era de los expertos" (ojo cuánta solemnidad a la hora de referirse a una bandeja de empanadas de piña) y por tal razón, nos exponíamos al desastre.

Además, no faltó quien me insinuara que soy una gran limpia.

Lo admito, me traicionó mi profesión de comerciante, la cual ha desarrollado mi capacidad de convertir el atún y los mejitos en finas viandas, todo en virtud de minimizar gastos. Mis conocimientos mercadotécnicos empíricos me han enseñado que contratar a doña catering significa pagar por la misma mortadela del Mas X Menos, pero arrollada en forma de flor de loto y servida por un pachuco sudoroso en corbatín, un sobreprecio. Su única ventaja es el ahorro de tiempo y el aparentar estatus, esto último inútil para una exposición estudiantil de rango menor que sólo es visitada en su inauguración por los familiares de cada artista.

A menos que Tía Florita sea la homenajeada de la exposición, me preocupa más el poseer un catálogo bien hecho que un pasar a la posteridad como la Martha Stewart de la Escuela de Artes Plásticas. Las listas de prioridades ajenas son algo que mi nerdura natural nunca terminará de comprender.

Así, pues, más cagada que una jaula de perico, Lachi nuevamente se pregunta porqué eligió estudiar manualidades y no algo que sonara más a carrera universitaria, algo con lo que mi difunto padre le hubiera podido rajar a sus amigos, algo que no sonara a DJ de discomóvil.

En todo caso, los invito a todos a la exposición del próximo 1 de diciembre en el vestíbulo de la facultad de Artes Plásticas. Por lo que pude inferir de los correos de mis colegas, ellos jamás han probado ni el arroz ni los frijoles, sólo comen de pato al orange para arriba, así que, si les gusta la Fanta Naranja pero transportada en vehículos especiales, esta es la oportunidad de degustarla.

6 comentarios:

Sardina albina dijo...

Mmm, Mejitos y Fanta Naranja. ¿Quién dice que el catálogo no sirve de nada? ¿Dónde cree que se limpia uno las manos cuando le queda polvo ese amarillo de los Meneitos, Mejitos, Picaronas? Y si van a dar Mejitos, que sean de esos que traen una bolita de salsa de queso adentro :)

W4Jt34G40e9407o dijo...

jajajajaja, ves deberías escribir posts así más seguidos.

O sea, que tenés compañeros snobistas. Yo es que soy tan chapa para todo lo que sea bocas que no sea triste, galletas sodas y atún con vegetales son la media.

Iría con gusto a la exposición, pero el 1º de Dic es día de brete :(

Jules dijo...

Que risa, me recordaste nuestros estrenos con Catering, porque que barbaridá que cada quien traiga una boca para compartir.

Nunca quedaba comida ni bebida para el elenco.
El programa de mano? Una fotocopia na'a más.

Lachi dijo...

Sardina: Tenés razón. Justo el otro día que estaba en la escuela viendo pal ciprés, vuelvo a ver y hay una caja en el aula donde se recicla papel, lleno de catálogos de quinto año de períodos anteriores. Cabe destacar que esa aula es la más maloliente de toda la facultad y quizás de la universidad.

Herodito: Vos sos de los míos. Además, qué son esos prejuicios de esa gente contra el atún. Nunca han visto el precio de sanguche de atún en Subway?

Medea: Decís algo completamente cierto. Cuando uno es el anfitrión es el que menos come y bebe, y de feria, sale chuleado porque uno patrocinó la vara.
El catálogo me costó una couta de 8.000 pesos, ojalá que al menos, sean fotocopias a color :D.

Matriuzka dijo...

Ja Ja Ja Ja, ¡Ay Lachi! Te entiendo... Y es raro... Yo me pregunto: En teoría, ¿qué dura más tiempo el catálogo o la comida? Bueno... puede ser por cuestiones de placer, tambien... (y ahí creo que gana la comida). Pero, ¿quién dice que un atún de esos picantes con queso crema no puede ser placentero?

Problema de prioridades...

¡Saludos!

Lachi dijo...

Pues qué dicha que alguien se solidariza conmigo, porque tengo un severo ataque de "nadie me comprende". :P