23.3.06

¿Porqué?

La primera vez que tuve de cerca un perfumito de la suerte fue hace 14 años cuando le ayudaba a mi papá a hacer inventario de mercaderías en su tienda. Yo había dejado de ver a mi papá por muchos años y por consiguiente, dejé de frecuentar su negocio. "Perfume Makumba...3 unidades", decía él con toda naturalidad, mientras yo soltaba una risilla entre asombrada y burlona y apuntaba aquello en un cuaderno.

Fue ahí donde me di cuenta, el rumbo que había tomado el bazarcito de antes inocentes adornos y collarcitos surtidos. Ya no era sólo aquel lugar exótico de chunches raros, era el lugar de chunches raros que traían suerte.

Paralelamente con la universidad, empecé a ayudar a mi cansado papá con el peso de las ventas. Cuando llegó por primera vez un lote de doce perfumes "Amarra hombre", entré en pánico. En el colegio siempre me sentaba en el último pupitre, sabía las respuestas y por pura vergüenza, jamás levantaba la mano. Igualmente soñaba con trabajar en un laboratorio u oficina al mejor estilo de un dependiente de motel, es decir, sin tener que verle la cara a nadie.

Fue así como me convertí oficialmente en vendedora y más aún, en vendedora de perfumes para el amor y la suerte. Al que no quiere caldo, dos tazas, reza el refrán. El reto a mi timidez fue muy grande, como un empujón al vacío. De ahí en adelante, el aprendizaje y la acumulación de las experiencias más bizarras comenzaron. Después de unos cuantos años detrás del mismo mostrador, me volví carebarro y pocas cosas me dan vergüenza, pero aún así, no dejo de sorprenderme con las peticiones, historias y el particular universo que cada cliente agüizotero tiene en su cabeza.

La anterior historia es simplemente una forma de ejemplificar el porqué me interesé por el tema de las supersticiones y no otros, en el amplio enfoque que algo tan general como cultura popular pueda tener. La clave está en lo vivencial. Esa es una de las formas más populares y eficientes en el proceso de entender la obra de un artista, es decir, familiarizarse con su contexto y sus experiencias más inmediatas. Quizás sin proponérmelo, es como haber adelantado una especie de trabajo de campo pero del cual solo se tienen anotaciones mentales y se hace imperante documentar. En mi caso particular, por la vía gráfica.





2 comentarios:

Jules dijo...

"necesito 3 jabones para la suerte, una garrafa de perfume amarrahombres y un nido de Macuá"

Debe ser toda una aventura sociológica trabajar vendiendo pirámides, quarzos y nuditos de la suerte. Las personas que compran filtros regresarán por otros? Quedarán satisfechos? Reclamaran falta de resultados o se sentirán tontos por haber caido en el juego y se mantendrán alejados de la tienda por miedo a que les pregunten por el resultado que dio el agua de calzón?

Sardina albina dijo...

Por que no agregas a la tienda una seccion de juguetes sexuales, eso si debe dejar mas clientes satisfechos, jeje. Y das tarjetas de cliente frecuente :)

A mi me parece super tentador eso de comprar el amor en un frasquito, pero siempre pienso que si fuera tan facil habria mas relaciones funcionales. Maldita la razon, arruina el bolsillo de Lachi.